El término de
Segunda Revolución Industrial designa el
conjunto de transformaciones socio económicas interrelacionadas que se
produjeron aproximadamente entre 1870 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial,
en 1914. Durante este periodo los cambios se aceleraron fuertemente. El
proceso de industrialización cambió su naturaleza y el crecimiento
económico varió de modelo. Los cambios técnicos siguieron ocupando una
posición central, junto a los ocurridos en los mercados, en su tamaño y
estructura. Las innovaciones técnicas concentradas esencialmente, en
nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo o la electricidad;
nuevos materiales y nuevos sistemas de transporte (avión y automóvil) y
comunicación (teléfono y radio) indujeron transformaciones en cadena que
afectaron al factor trabajo y al sistema educativo y científico; al
tamaño y gestión de las empresas, a la forma de organización del
trabajo, al consumo, hasta desembocar también en la política.
Este proceso se produjo en el marco de la denominada Primera globalización
que supuso una creciente internacionalización de la economía, que cada
vez funcionaba más a escala mundial y que alcanzó más territorios que la
primera revolución, que se había limitado a Gran Bretaña, alcanzando
ahora casi toda Europa Occidental, Estados Unidos y Japón.
Entre los cambios sucedidos en los países que vivieron la industrialización durante este periodo, destacan los siguientes:
- Innovaciones tecnológicas.
- Cambios organizativos en las empresas y mercados.
- Se reforzó el papel del Estado en la economía.
- El nacimiento de la primera globalización.
Término de revolución
El título de segunda revolución industrial originariamente hacía
referencia a la segunda revolución técnica experimentada en el proceso
de industrialización, aunque hoy ha rebasado este ámbito para designar
el conjunto de transformaciones que caracterizan a esta nueva fase del
proceso.
No existe una única definición para el término "revolución
industrial" y pueden atribuirse varios significados al término según el
enfoque y el contexto en el cual se expresa. Según David Landes
existen por lo menos tres acepciones o modos de uso del término: a) el
que hace referencia al conjunto de innovaciones tecnológicas que
sustituyen la habilidad humana por maquinaria y la fuerza animal por
energía provocando el paso de la producción artesanal a la fabril; b)
aquel que se utiliza para remarcar un cambio tecnológico rápido e
importante en algún periodo histórico determinado o como secuencias de
innovaciones determinadas; y c) hace referencia específica al periodo
del siglo XVIII en el cual se da un cambio económico y social al pasar
de una producción agraria y artesanal a otra mecanizada o industrial
iniciada en Inglaterra y expandida desigualmente a Europa continental.
Avance técnico y científico
El proceso de cambio técnico durante la Segunda Revolución Industrial
constituyó uno de los más trascendentales desde el punto de vista
histórico, cuando las innovaciones tecnológicas adquirieron el carácter
de modernidad, que sentó las bases tecnológicas del siglo XX y se distanció de las bases de la primera revolución.
La ciencia y tecnología en este periodo se caracterizó por la mayor
complejidad de las máquinas y equipos y por una relación más estrecha
entre ambas que requirió una mayor cualificación para su implantación,
lo que dificultó su difusión. El núcleo del cambio técnico se
diversificó hacia más sectores y se amplió geográficamente, hacia toda
Europa y Estados Unidos. Algunos de esos inventos aparecieron en las
décadas de 1850 y 1860, pero las innovaciones más radicales surgieron en
el periodo entre 1870 y 1913 en Estados Unidos y Alemania
principalmente, en los que se concentró la mayor parte de las
invenciones que se desarrollarían posteriormente a lo largo del siglo XX. Todos estos descubrimientos acabaron por conformar un nuevo sistema tecnológico.
El resultado de este nuevo sistema fue la ampliación de los recursos
naturales dispuestos, el desarrollo de otras innovaciones tecnológicas
complementarias, el ahorro de trabajo que generó un incremento enorme de
la productividad, mayores beneficios, salarios más altos, precios de
consumo más bajos y una gama de nuevos productos. El nuevo sistema
tecnológico, en definitiva, puede considerarse el motor del crecimiento
de fines del siglo XIX y del primer siglo XX.
Se distinguen tres fuentes fundamentales de avance tecnológico en este periodo:
- La aparición de nuevos materiales, la lista de nuevos materiales descubiertos es larga:
- Destacan nuevos metales como:
- Acero (1855), ya utilizado anteriormente pero que se
convierte por su baratura en el metal estrella de la época, sustituyendo
al hierro.
- Zinc (c. 1830), tendrá una cierta importancia ya que al mezclarse con el hierro detiene su oxidación.
- Aluminio cuya historia va ligada al avance de la
electricidad. Es un metal muy ligero y resistente. Fue descubierto por
Wökler en 1845 pero hasta 1886 no se generaliza, cuando Hall le aplicó
el proceso de electrólisis.
- El níquel (1860) se usó principalmente para mezclarlo con el acero y lograr así el acero inoxidable. Al mezclarlo con el cobre se crea una aleación llamada alpaca que tuvo muchas aplicaciones en el campo doméstico.
- Manganeso y cromo (c. 1900)
- El cobre
tendrá también una gran importancia, al perfeccionarse su producción se
va a destinar, casi exclusivamente, a la industria eléctrica, bien como
conductor o bien como componente de los motores eléctricos.
- Productos químicos, la industria química va a experimentar una
expansión sin precedentes y se van a encontrar avances prácticamente
para todos los campos de la producción, unos ya conocidos pero que ahora
se producen mediante procedimientos nuevos:
- La sosa se va a producir de manera rentable tras los descubrimientos del belga Solvay, éste hizo pasar amoníaco por agua salada, así se genera bicarbonato sódico susceptible de convertirse fácilmente en sosa; esto multiplicó la producción mundial de este producto.
- Los colorantes artificiales van a sustituir a los colorantes naturales anteriores y se obtendrán de productos derivados de la hulla como el alquitrán
y el benzol. La investigación en este campo fue muy intensa debido a la
gran demanda de la industria textil y en menos de 20 años se
encontraron sustitutos de todos los tintes naturales.
- Los explosivos adquieren un gran desarrollo. La pólvora
era el único conocido y estallaba por ignición (fuego), se van a
descubrir nuevos explosivos químicos que estallan por percusión como la nitrocelulosa y la nitroglicerina, esta última del italiano Sobrero. En 1866 Alfred Nobel,
también conocido por los premios que llevan su nombre, inventó la
dinamita, mezcla de nitroglicerina y un tipo de arcilla llamada
Kieselguhr, esto generará una gran industria de explosivos. La dinamita
tendría importantes aplicaciones en la minería y en el campo militar
gracias a su gran potencia y estabilidad.
- En el campo la demanda de fertilizantes
dará lugar al desarrollo de los abonos químicos o fertilizantes
sintéticos. Se van a elaborar superfosfatos y nitrato sódico, este
último se elabora a partir de nitratos minerales procedentes de la
Antártida. Europa era la zona que más nitrato sódico consumía. Otros
elementos minerales indispensables para las plantas también se
sintetizaron químicamente como el abono de potasio.
- El cemento portland (c. 1840) asociado al fenómeno de la creciente urbanización de la época
- La energía ha constituido históricamente un elemento fundamental de
cualquier cambio técnico trascendente y lo fue también en este momento.
La oferta de energía aumentó y se diversificó, debido al
perfeccionamiento de técnicas ya conocidas, como la máquina de Watt, la
turbina o la industria del gas, y por otro lado gracias a las nuevas
formas de energía, como la electricidad y el petróleo, con grandes
ventajas en su utilización.
- La mecanización continuó con un progresivo proceso de avance, debido
a la creciente escala de las unidades de producción, facilitado por el
empleo del acero y otros metales y de las nuevas fuentes de energía.
El hierro
Puente de hierro del ferrocarril sobre el río Támesis reconstruido en 1895.
El hierro
seguía siendo el metal más utilizado y sobre él se van a aplicar
importantes innovaciones. Thomas en 1878 inventó un sistema para
explotar el hierro rico en fósforo, hasta entonces no se habían tenido en consideración estos yacimientos por el carácter quebradizo del metal. El procedimiento Siemens-Martin abarató la obtención de este mismo producto.
Durante la primera revolución industrial el hierro se aplicó casi
exclusivamente al ferrocarril, ahora va a encontrar nuevas aplicaciones
como la construcción y el armamento. En el terreno constructivo se van a levantar puentes de hierro, estaciones de trenes, mercados, monumentos como la Torre Eiffel en 1889, y sería la base para la construcción de los primeros rascacielos en Chicago al hacer estos edificios con una estructura de hierro.
El acero (aleación de hierro con una pequeña cantidad de carbono) era un metal muy caro de producir y su utilización se limitaba a escasos productos: cuchillería, aparatos de precisión... El panorama cambia al aparecer nuevos procedimientos como el convertidor de Bessemer
en 1855 que permitió incrementar la producción de acero a un precio
razonable. En el campo armamentístico se utilizará más el acero que el
hierro, las nuevas aplicaciones pasan por la construcción de acorazados o submarinos totalmente revestidos de acero.
Revolución del transporte
Locomotora de 1874 en el ferrocarril de Pensilvania.
Durante este periodo el coste de los transportes experimentó un gran
descenso que permitió la integración de los mercados hasta entonces muy
desconectados, esto se pone de manifiesto, por ejemplo en el precio del trigo en Inglaterra y Estados Unidos, mientras que en 1860 el precio del trigo en Liverpool casi doblaba el del mercado de Chicago; hacia 1915 los precios eran casi iguales. Este abaratamiento impulsó el comercio internacional,
la integración de los mercados nacionales e internacionales, la unión
de zonas productoras y consumidoras de todo tipo de recursos y las migraciones generalizadas de personas.
El cambio en el ferrocarril fue espectacular y siguió siendo el medio de comunicación terrestre más utilizado. Así, mientras que en 1840 el desarrollo ferroviario era todavía escaso, en Europa
solo nueve países habían construido alguna línea ferroviaria, con una
red en todo el continente de menos de 4.000 kilómetros y solo cuatro
países (Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica)
que habían superado los 300 kilómetros, en Estados Unidos en esa misma
fecha se habían construido 4.510 kilómetros. Treinta años después, en
1870, se había consolidado este medio y se superaban en Europa los
100.000 km de extensión y en Estados Unidos 70.000.
España
en 1848, fue el décimo país del mundo en inaugurar una línea
ferroviaria, la de Barcelona a Mataró, aunque en 1847 ya había entrado
en funcionamiento el ferrocarril entre la Habana y Güines en la Cuba
española, a estos les siguió en 1851 la línea entre Madrid y Aranjuez.
Se siguieron construyendo vías ferroviarias desde los lugares en los que
se había originado (Europa Occidental y noreste de los EE. UU.) hacia
lugares más lejanos, creándose así las grandes redes transcontinentales
de América del Norte (hacia 1870) y Eurasia (Transiberiano y Orient Express hacia 1900).
El desarrollo del transporte naval fue también muy notable. Por un lado los clípers que llegaban desde Inglaterra hasta el Pacífico y Australia, supusieron el canto del cisne de la navegación a vela. Pero lo más importante fue la aplicación sistemática a los barcos de calderas a vapor de triple y cuádruple expansión mucho más eficientes, la introducción del casco de hierro en 1860 y posteriormente de acero en 1879 y la aplicación de la turbina a vapor
en 1894. Estas innovaciones disminuyeron los costes de mantenimiento y
funcionamiento de las naves y aumentaron el espacio reservado para las
mercancías y los pasajeros. Hacia 1880 también se disminuyeron las
tripulaciones y los costes con la desaparición del velamen auxiliar del
que disponían todavía los barcos a vapor. Todos estos cambios
permitieron reducir los fletes del transporte atlántico en un 45 por
ciento.
Crecimiento demográfico y grandes migraciones
Durante el siglo XVIII el ritmo de crecimiento de la población
europea experimentó un espectacular crecimiento generado por múltiples
factores. En primer término, la transformaciones en la producción
agrícola; con la incorporación y aplicación de nuevas tecnologías y
técnicas que permitieron obtener un mayor rendimiento de los terrenos de
cultivo, la introducción de cultivos provenientes del continente
americano (papa, maíz), así como la explotación de terrenos cultivables
en los continentes colonizados, contribuyeron al aumento de la población
al incrementarse la capacidad de producir alimentos. Así mismo, los
avances en la medicina produjeron una reducción considerable en las
tasas de mortalidad y un incremento sostenido en las tasas de natalidad.
De esta manera, entre los siglos XVIII y XIX el continente europeo
experimentó un crecimiento espectacular en su población, que pasó de 208
a 430 millones (207%), en el periodo citado.
Los cambios demográficos, así como la rápida urbanización de la
población y un excedente de la población activa, como consecuencia de la
capacidad productiva de la agricultura impulsados por la Revolución
Industrial, motivaron movimientos migratorios de la población europea de
gran magnitud hacia países en proceso de industrialización. Además de
los anteriores, otro factor que contribuyó a impulsar las corrientes
migratorias fue la revolución en el transporte, con la aplicación del
vapor en el transporte terrestre y la navegación, través de los
transatlánticos impulsados por turbinas de vapor, que facilitaron el
transporte de pasajeros y mercancías, al reducirse de forma considerable
el costo y tiempo empleados en los desplazamientos entre Europa y
América. Se calcula que entre el periodo entre 1850 y 1940 se
desplazaron cerca de 55 millones de europeos, la mayoría de ellos, se
asentaron en los Estados Unidos, país que se convirtió en el principal
polo de atracción de emigrantes europeos provenientes de las Islas
Británicas, Italia, Alemania, entre otros, aunque los movimientos
migratorios también se dirigieron hacia países como Argentina, Brasil y
Canadá .
El capitalismo
El desarrollo del capitalismo monopolista en la segunda mitad del siglo XIX
se produjo en el marco de un nuevo ciclo de expansión general y fue
acompañado de un nuevo crecimiento de las fuerzas productivas de varios
países. De este modo, el capital se centralizó y la producción se
concentró al formarse el monopolio con el acuerdo y unión de
capitalistas. Así, los monopolios lograron determinar las condiciones de
venta de gran parte de los productos, fijando los precios y obteniendo
por ende mayores ganancias. Sin embargo, los monopolios, si bien
tendieron a lograr un mayor o mejor control de los mercados, no
eliminaron por completo la lucha por la competencia, la cual ocurrió
tanto entre las mismas corporaciones monopolistas como entre las
empresas que se mantuvieron al margen de los carteles y de los trusts.
Por el contrario, la hicieron más violenta tanto a nivel de los
mercados internos como de los internacionales. En este escenario, los
bancos jugaron un nuevo papel decisivo para la transformación del
capitalismo en un fenómeno que caracterizaría a la segunda parte del siglo XIX, así como a la primera del siglo XX: el imperialismo
(es decir, los intentos de establecer o mantener una soberanía formal
de una potencia determinada sobre otras sociedades subordinadas a ésta).
Durante este período, el imperio alemán rivalizó o sustituyó al de Gran Bretaña y de Irlanda
como la nación industrial primaria en Europa. Esto ocurrió como
resultado de varios factores. Alemania, habiéndose industrializado
después de Gran Bretaña, pudo modelar sus fábricas como las de Gran
Bretaña, ahorrando así una cantidad substancial de capital, esfuerzo y
tiempo. Mientras que Alemania
hizo uso de los últimos conceptos tecnológicos, los británicos
continuaron utilizando tecnología costosa y anticuada. En el desarrollo
de la ciencia y la investigación pura, los alemanes invirtieron más
pesadamente que los británicos, especialmente en la industria química.
El sistema alemán del cártel
(conocido como Konzerne), siendo percetiblemente concentrado, podía
hacer un uso más eficiente del capital fluido. Algunos creen que los
pagos de reparación exigidos de Francia después de su derrota en la
guerra Franco-Prusiana de 1870 y 1871 habría proporcionado el capital necesario para permitir inversiones públicas masivas en infraestructura como ferrocarriles. Esto proporcionó un mercado grande para los productos de acero innovadores y facilitó el transporte. La anexión por parte de Alemania de las provincias de Alsacia y Lorena, provocó que una parte de la que había sido la base industrial francesa pasase a Alemania. En los Estados Unidos la segunda Revolución industrial se asocia comúnmente a la electrificación según lo iniciado por Nikola Tesla, Thomas Alva Edison y George Westinghouse y por la gerencia científica según lo aplicado por Frederick Winslow Taylor.
Emergencia de nuevas potencias
Si bien, en la Primera Revolución Industrial, Inglaterra se convirtió
en la primera potencia económica, durante la Segunda Revolución
Industrial esta situación cambió radicalmente con la emergencia de
nuevas potencias: Alemania, que a partir de su unificación tuvo un
destacado desarrollo económico e industrial, así como los Estados Unidos
y Japón. Por otra parte, Japón a partir de la segunda mitad del siglo
XIX, comenzó a seguir un proceso de modernización. La restauración Meiji
emprendió una serie de reformas que tenían como propósito romper el
aislamiento en que había permanecido el país y eliminar los obstáculos
al crecimiento económico impuestos por el régimen de gobierno antecesor,
tomando como modelos de referencia a los países occidentales,
principalmente los Estados Unidos, que habían ingresado en su
territorio. De esta manera, el gobierno Meiji promovió la creación de
fábricas para la industria pesada con tecnología importada desde Europa,
así como la expansión del poderío militar. Para principios del siglo
XX, Japón había logrado consolidar un importante crecimiento industrial
despuntado como potencia económica.
Alemania
- Comenzó su proceso industrial en 1840, y en 1914 se convierte en la principal potencia industrial.
- Fue la principal potencia gracias a sus avances tecnológicos y el buen uso de la economía.
- A principios del siglo XIX los obstáculos para una producción
industrial era de orden institucional: estaba fragmentada en 39 pequeños
estados (unidades políticas independientes). Esto pone trabas al
proceso industrializador debido a las barreras aduaneras, a la
existencia de una moneda distinta y al monopolio comercial. Hay
dificultad de poner en marcha un mercado interno unificado.
- Pervivencia de rasgos feudales que limitan la movilización
geográfica, desalientan innovaciones y la iniciativa personal. Todos
estos rasgos feudales desaparecen con la invasión napoleónica (1810).
- 1834. Mercado único de Alemania. Unión aduanera del estado
(ZOLLVEREIN), que es comercial, no política. Proceso industrializador
con éxito por todo el continente debido a la disposición de los recursos
naturales y la larga tradición industrial a domicilio (artesanal).
- Influye el modelo inglés. Hace frente a la competitividad de los productos ingleses que empobrecen los mercados internos.
- Sector punta: industria siderúrgica, química y eléctrica.
- Importante el papel educativo: promoción de la educación profesional, científica y técnica.
- Papel fundamental de la liberalización de la estructura económica
social heredada del antiguo régimen; modernización de los sistemas de
comunicación; política proteccionista que impulsa el proceso
industrializador.
- Importancia del crédito bancario y la gran empresa, caracterizada por una tendencia a la expansión e integración vertical.
Estados Unidos
En 1914 Estados Unidos es un país líder debido a factores decisivos:
- Disponibilidad de recursos naturales (algodón, petróleo, oro, minerales, cuero, etc.).
- Evolución demográfica
El proceso demográfico de Estados Unidos tuvo tres rasgos esenciales
que lo caracterizaron. En cuanto a la población, este país no superaba
los cuatro millones de habitantes en el primer período; sin embargo la
misma se fue duplicando cada 23 años, hasta que en vísperas de la Guerra
de Secesión logró alcanzar los 32 millones. No obstante, en el último
tercio del siglo se evidenciaría un relativo descenso en dicho
crecimiento.